domingo, 20 de julio de 2014

De la "contención" al "orden".




Toda lucha de clases es una lucha política.


Existen múltiples interpretaciones sobre la célebre frase del Manifiesto Comunista con la que damos título a este post. A continuación, intentaremos tirar un poco de los pelos de esta idea, para pensar la gran lucha de los obreros/as de Lear contra los despidos y las suspensiones en curso.




Las muestras de solidaridad y apoyo a la causa obrera recorren todo el país: personalidades de la cultura, actores, organismos de derechos humanos, autoridades universitarias, incluso el Consejo Directivo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA apoyó el reclamo y aportó $5.000 al fondo de lucha. En las escuelas y terciarios docentes y estudiantes organizan rifas.
En esta batalla los trabajadores han puesto en cuestión dos banderas “históricas” del kirchnerismo: el empleo y la no represión. Dos pilares que el gobierno nacional tenía como verdaderos mandamientos, se ven cuestionados como producto de la lucha obrera. Los Kirchner llegaron al gobierno para responder a las dos caras que dejó la crisis del 2001: la desocupación de 25% y los palos a troche y moche. Fue un gobierno de desvío que tuvo que conceder en estos dos aspectos... Subiéndose al “hándicap” que otorgó la economía argentina, bajó la desocupación, mientras que con respecto a “la calle” se cristalizó una relación de fuerzas basada en el rezo de un nuevo mandamiento: el “no reprimirás”.
¿Cuál es la “grieta” que abre Lear?
La enorme lucha de los/as obreros/as de Lear plantea sin ambages la verdadera “grieta” que existe en la Argentina, entre los que no queremos que se juegue con la vida de los trabajadores y sus familias y defendemos el trabajo, frente a los que juegan para las empresas. Hoy la oposición al gobierno son los trabajadores. No valen un centavo las palabras que se dicen en el circo de la política patronal, las de los personeros del PRO la UCR o el FAUNEN, frente a la razón y la bronca y el llanto de las obreras y obreros. Ni hablar de la política del kirchnerismo: basta con el botón de muestra del presupuesto nacional, que como vemos acá, lo acaban de aumentar mediante decreto en los rubros “publicidad y propaganda” (100 millones de pesos más, completando la friolera de 1261 millones de pesos) y, para el Ministerio de Seguridad del carapintada Sergio Berni hay aumento en “viáticos de los agentes de la Gendarmería Nacional que participan en los operativos especiales de seguridad ciudadana” (es decir, para la represión, 230 millones de pesos más). Es decir, una solución bien antiobrera ante la ofensiva patronal y su plan de ajuste y despidos: palos y relato, algo así como “mientras te pego y te reprimo, te explico qué tan bien estás viviendo”.
Las luchas obreras cuestionan los pilares del modelo.
Hace unos años atrás la situación era dominada exclusivamente por la cadena nacional de Cristina, que repetía sin parar las bondades “nacionales y populares” del “modelo productivo de desarrollo con inclusión social”, de “matriz diversificada” (!), frente al coro desafinado compuesto por las variantes de la oposición patronal.
Pero la única verdad es la realidad: en la Argentina el 73 por ciento de las industrias medianas y grandes son de capital extranjero. Verdaderas corporaciones que plantan bandera y disponen sus propias leyes, jugando con la vida de miles de trabajadores, pisoteando cualquier derecho. Lo vemos en Lear pero también en la grafica RR Donnelley o en la metalúrgica Visteon Corporation de Quilmes; también hace un mes en el Ingenio El Tabacal o en la multinacional Shell. Todas patronales yanquis.
Los despidos en Lear, las suspensiones en la industria automotriz y de autopartes son sólo el principio. Como se señala acá las patronales del sector están en la disyuntiva entre “mantener la misma dotación (así se refieren a los trabajadores y sus familias) con menos costos salariales, o reducir la dotación manteniendo los mismos salarios per cápita.” Lear es el principio de un plan, y muestra la contradicción estructural de una industria que empieza a ser deficitaria dado que consume más dólares en importaciones de los que genera producto de la venta al exterior.
Otro mito que destruyeron los trabajadores en su lucha es el de la no represión: el gobierno ya acumula más represiones que manchas un tigre, pero el caso de Lear es cualitativamente distinto ya que es una lucha por la defensa del trabajo. Necesitan una línea represiva, una verdadera ofensiva reaccionaria contra la izquierda y los delegados independientes, para lograr “hacer pasar” el mal trago de los despidos y las suspensiones en la industria.
Los trabajadores y sus comisiones internas independientes junto a la identificación de miles con sus luchas, como también con las ideas de la izquierda, está más planteada que nunca.
Toda lucha de clases es política.
Si la heroica lucha de Lear se instala de lleno y sin permiso en el terreno de la política nacional, de lo que se trata entonces es de dar la pelea allí también. Hay que rodear de solidaridad la lucha de Lear; los obreros lo dicen muy claro: “familias en la calle, nunca más”. No queremos volver al 2001, a ese mar de desocupación y miseria.
Será motivo de un próximo post, pero en este “fin de ciclo” se vuelve plantear una vieja batalla de clase: la que se libra en torno a las estrategias de poder. La izquierda revolucionaria en la Argentina tiene que empezar a saldar cuentas con su gran y vieja deuda: aquella que la mantuvo al margen de los acontecimientos de clase decisivos, como se vio en su rol frente a los “fines de ciclo” del Alfonsino, del menemismo y el 2001. Hoy, la “estrategia de poder” del PTS está en la apuesta por desarrollar las vías para la emergencia, por primera vez en la historia nacional, de un partido de obreros revolucionarios, que agrupe a lo más decidido y consciente del movimiento obrero, la juventud y la intelectualidad del país. La combinación de los puestos parlamentarios con la presencia de la izquierda en la industria resulta en la emergencia, en la escena nacional, de una izquierda obrera.
En pequeño, toda gran batalla de clase (entonces Kraft, hoy Lear) expresa potencialmente a todos los actores en cuestión de la sociedad capitalista. Para muestra basta un “botón”: los nervios de la burocracia sindical del sacado de Pignanelli, como se puede ver acá y acá, no son de gusto: es consciente de que tiene que salir a “cazar zurdos”, como instruyó a su patota, pero que debe hacerlo a tiempo, porque le teme como a la peste a la epidemia de la democracia obrera y la lucha de clases.
Hoy la batalla de Lear forja a una camada de obreros en las fábricas, extendiendo una red de solidaridad obrera y popular enorme. Se distingue así quiénes son los amigos y quiénes los enemigos del pueblo.
Frente a la política de volver al pasado de la desocupación y el endeudamiento, los techos salariales de las patronales, el gobierno y la oposición patronal, hay otra política que responde a los intereses de los trabajadores. Como plantea la declaración del Encuentro Sindical Combativo ¡Que se prohíban por ley las suspensiones y los despidos! ¡Reparto de las horas de trabajo con igual salario! ¡Que se estatice bajo gestión de sus trabajadores toda fábrica que cierre o despida! ¡Que la crisis la paguen los capitalistas! ¡Basta de techos salariales! ¡Salarios igual a la canasta familiar! ¡Abajo el impuesto al salario! ¡Contra el ajuste de Cristina y los gobernadores! ¡Plata para salario, trabajo, salud, educación, no para la deuda externa! ¡No a la represión y criminalización de la protesta y a la ley antipiquetes! ¡Desprocesamiento de los más de cinco mil luchadores populares! ¡Absolución de los petroleros de Las Heras!
Frente a las amenazas del “partido del orden” necesitamos plantar una alternativa: la del “partido de los obreros”. Hoy más que nunca es necesario tomar partido. Con los trabajadores y sus luchas, o con las patronales yanquis, la burocracia sindical y el gobierno antiobrero.




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