Toda lucha de clases es una lucha política.
Existen múltiples interpretaciones sobre la célebre frase del Manifiesto Comunista con la que damos título a este post. A continuación, intentaremos tirar un poco de los pelos de esta idea, para pensar la gran lucha de los obreros/as de Lear contra los despidos y las suspensiones en curso.
Las
muestras de solidaridad y apoyo a la causa obrera recorren todo el
país: personalidades de la cultura, actores, organismos de derechos
humanos, autoridades universitarias, incluso el Consejo Directivo de
la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA apoyó el reclamo y
aportó $5.000 al fondo de lucha. En las escuelas y terciarios
docentes y estudiantes organizan rifas.
En
esta batalla los trabajadores han puesto en cuestión dos banderas
“históricas” del kirchnerismo: el empleo y la no
represión. Dos pilares que el gobierno nacional tenía como
verdaderos mandamientos, se ven cuestionados como producto de la
lucha obrera. Los Kirchner llegaron al gobierno para responder a las
dos caras que dejó la crisis del 2001: la desocupación de 25% y los
palos a troche y moche. Fue un gobierno de desvío que tuvo
que conceder en estos dos aspectos... Subiéndose al “hándicap”
que otorgó la economía argentina, bajó la desocupación, mientras
que con respecto a “la calle” se cristalizó una relación de
fuerzas basada en el rezo de un nuevo mandamiento: el “no
reprimirás”.
¿Cuál
es la “grieta” que abre Lear?
La
enorme lucha de los/as obreros/as de Lear plantea sin ambages la
verdadera “grieta” que existe en la Argentina, entre los que no
queremos que se juegue con la vida de los trabajadores y sus familias
y defendemos el trabajo, frente a los que juegan para las empresas.
Hoy
la oposición al gobierno son los trabajadores.
No valen un centavo las palabras que se dicen en el circo de la
política patronal, las de los personeros del PRO la UCR o el FAUNEN,
frente a la razón y la bronca y el llanto de las obreras y obreros.
Ni hablar de la política del kirchnerismo: basta con el botón de
muestra del presupuesto nacional, que como vemos acá,
lo acaban de aumentar mediante decreto en los rubros “publicidad y
propaganda” (100 millones de pesos más, completando la friolera de
1261 millones de pesos) y, para el Ministerio de Seguridad del
carapintada Sergio Berni hay aumento en “viáticos de los agentes
de la Gendarmería Nacional que participan en los operativos
especiales
de seguridad ciudadana” (es decir, para la represión, 230 millones
de pesos más). Es decir, una solución bien antiobrera ante la
ofensiva patronal y su plan de ajuste y despidos: palos y relato,
algo así como “mientras te pego y te reprimo, te explico qué tan
bien estás viviendo”.
Las
luchas obreras cuestionan los pilares del modelo.
Hace
unos años atrás la situación era dominada exclusivamente por la
cadena nacional de Cristina, que repetía sin parar las bondades
“nacionales y populares” del “modelo productivo de desarrollo
con inclusión social”, de “matriz diversificada” (!), frente
al coro desafinado compuesto por las variantes de la oposición
patronal.
Pero
la única verdad es la realidad: en la Argentina el 73 por ciento de
las industrias medianas y grandes son de capital extranjero.
Verdaderas corporaciones que plantan bandera y disponen sus propias
leyes, jugando con la vida de miles de trabajadores, pisoteando
cualquier derecho. Lo vemos en Lear pero también en la grafica RR
Donnelley o en la metalúrgica Visteon Corporation de Quilmes;
también hace un mes en el Ingenio El Tabacal o en la multinacional
Shell. Todas patronales yanquis.
Los
despidos en Lear, las suspensiones en la industria automotriz y de
autopartes son sólo el principio. Como se señala acá
las patronales del sector están en la disyuntiva entre “mantener
la misma dotación (así se refieren a los trabajadores y sus
familias) con menos costos salariales, o reducir la dotación
manteniendo los mismos salarios per cápita.” Lear
es el principio de un plan, y muestra la contradicción estructural
de una industria que empieza a ser deficitaria dado que consume más
dólares en importaciones de los que genera producto de la venta al
exterior.
Otro
mito que destruyeron los trabajadores en su lucha es el de la no
represión: el gobierno ya acumula más represiones que manchas un
tigre, pero el caso de Lear es cualitativamente distinto ya que
es una lucha por la defensa del trabajo. Necesitan una línea
represiva, una verdadera ofensiva reaccionaria contra la izquierda y
los delegados independientes, para lograr “hacer pasar” el mal
trago de los despidos y las suspensiones en la industria.
Los
trabajadores y sus comisiones internas independientes junto a la
identificación de miles con sus luchas, como también con las ideas
de la izquierda, está más planteada que nunca.
Toda
lucha de clases es política.
Si
la heroica lucha de Lear se instala de lleno y sin permiso en el
terreno de la política nacional, de lo que se trata entonces es de
dar la pelea allí también. Hay que rodear de solidaridad la
lucha de Lear; los obreros lo dicen muy claro: “familias en la
calle, nunca más”. No queremos volver al 2001, a ese mar de
desocupación y miseria.
Será
motivo de un próximo post, pero en este “fin de ciclo” se vuelve
plantear una vieja batalla de clase: la que se libra en torno a las
estrategias de poder. La izquierda revolucionaria en la Argentina
tiene que empezar a saldar cuentas con su gran y vieja deuda: aquella
que la mantuvo al margen de los acontecimientos de clase decisivos,
como se vio en su rol frente a los “fines de ciclo” del
Alfonsino, del menemismo y el 2001. Hoy, la “estrategia de poder”
del PTS está en la apuesta por desarrollar las vías para la
emergencia, por primera vez en la historia nacional, de un partido de
obreros revolucionarios, que agrupe a lo más decidido y consciente
del movimiento obrero, la juventud y la intelectualidad del país. La
combinación de los puestos parlamentarios con la presencia de la
izquierda en la industria resulta en la emergencia, en la escena
nacional, de una izquierda obrera.
En
pequeño, toda gran batalla de clase (entonces Kraft, hoy Lear)
expresa potencialmente a todos los actores en cuestión de la
sociedad capitalista. Para muestra basta un “botón”: los nervios
de la burocracia sindical del sacado de Pignanelli, como se puede ver
acá
y acá,
no son de gusto: es consciente de que tiene que salir a “cazar
zurdos”, como instruyó a su patota, pero que debe hacerlo a
tiempo, porque le teme como a la peste a la epidemia de la democracia
obrera y la lucha de clases.
Hoy
la batalla de Lear forja a una camada de obreros en las fábricas,
extendiendo una red de solidaridad obrera y popular enorme. Se
distingue así quiénes son los amigos y quiénes los enemigos del
pueblo.
Frente a la política de volver al pasado de la desocupación y el
endeudamiento, los techos salariales de las patronales, el gobierno y
la oposición patronal, hay otra
política
que responde a los intereses de los trabajadores. Como
plantea la declaración del Encuentro Sindical Combativo ¡Que
se prohíban por ley las suspensiones y los despidos! ¡Reparto de
las horas de trabajo con igual salario! ¡Que se estatice bajo
gestión de sus trabajadores toda fábrica que cierre o despida! ¡Que
la crisis la paguen los capitalistas! ¡Basta de techos salariales!
¡Salarios igual a la canasta familiar! ¡Abajo el impuesto al
salario! ¡Contra el ajuste de Cristina y los gobernadores! ¡Plata
para salario, trabajo, salud, educación, no para la deuda externa!
¡No a la represión y criminalización de la protesta y a la ley
antipiquetes! ¡Desprocesamiento de los más de cinco mil luchadores
populares! ¡Absolución de los petroleros de Las Heras!
Frente
a las amenazas del “partido del orden” necesitamos plantar una
alternativa: la del “partido de los obreros”. Hoy más que
nunca es necesario tomar partido. Con los trabajadores y sus
luchas, o con las patronales yanquis, la burocracia sindical y el
gobierno antiobrero.
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